A propósito de la última entrega del Máster, sobre ensayos fotográficos, debo admitir que esta vez caí en la tentación de conocer y retratar a un insólito personaje de las alturas andinas: El Tren Macho.
Desde su inauguración en 1926, el llamado Tren Macho ha ido y venido entre Huancayo y Huancavelica, en las alturas de los andes centrales de Perú. Cargado de un animismo propio de la cultura local, el segundo Ferrocarril más alto de Perú -su ruta la realiza a 4700 msnm.- ostenta el título bien ganado de ser el tren más querido del mundo. “Terco, caprichoso pero cumplidor”, como lo describen los comuneros locales.
Hace veinte años que el Tren Macho abandonó su impulso a vapor, hoy, a petróleo, sigue andando las rutas de las alturas de Huancayo y Huancavelica, despertando el paisaje, trasladando cosechas, costumbres y comentarios que, puestos en boca popular, han dibujado sus hazañas con la memoria del cariño. Este es el tren Macho, el que “sale cuando quiere y llega cuando puede”. Así lo conocen. Así lo quieren.
Desde las cinco de la mañana, cuando el Tren Macho sale de la estación, tiene el empeño de anunciarle a la neblina y al frío andino que el sol va tras de él. A cada llamada del tren, se iluminan los campos y despiertan las Comunidades Campesinas que se convencen de empezar, otra vez, la dura jornada del día.
Con cosecha en bodega, don Arturo, puneño de nacimiento, huancavelicano por amor a doña Inés, se toma un tiempo para recordar que hace treinta años viaja en este tren, que conoce a los maquinistas, al jefe del tren y a don Melesio. Tanto tiempo y sigue siendo fiel usuario de este servicio, a pesar de que ya hay autos y buses en esta ruta. “No sale a cuenta”, dice. Para quien traslada cosecha propia al mercado local, el peso de su trabajo, calculado en frío por la balanza de los buses, rompe el bolsillo de un hombre que tiene en este tren, un aliado que mide su producción con el criterio del amigo que entiende y ayuda a empujar la vida.
Con vagones casi llenos, el Tren Macho se alista a partir. Historias como la de don Arturo, abundan. Cada viajante sabe que las próximas seis horas servirán para ponerse al día en noticias, preguntar por amigos, opinar sobre el mundo y sus incoherencias; o hablar de tiempos pasados, con la dulzura de quien aún vive en él.
Don Melesio cuida que nadie pierda el tren. Lleva cuarenta años en la tarea de vigilar, organizar y apoyar a los viajeros de esta ruta. Ha visto mil cosas y vivido mil historias: Que si el tren tuvo mejores tiempos cuando sus vagones eran de madera, que si los autos les quitaron el encanto a los pueblos, que si en tiempos del carbón y el vapor “hasta Dios nos tomaba la medida del valor”, dice. Tiempos en que este mismo camino se hacía, con suerte, en cinco días.
Recuerdos de un hombre que se resiste a entregar el cargo y dejar atrás al Tren Macho.
A 4700 msnm. y con seis estaciones: Chilca (Huancayo), Tellería, Cuenca, Izcuchaca, La Mejorada, Acoria, Yauli, y Huancavelica, este debe ser uno de los trenes más altos del mundo; aunque aquí el título que importa, y el que sí le han otorgado, es el del más querido.
Cuentarutas: 08-07-2015
Autor: Susana Parra
Fotografía: Susana Parra. Huancavelica. Perú. 2015
Que buena historia.
Me interesa sobre este patrimonio de Huancavelica. Posiblemente Dios quiera que logre un libro sobre este tema.
Saludos.
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